El Rey "pierde los papeles" y manda callar al presidente de Venezuela
Preguntó Juan Carlos de Borbón a Hugo Chávez: ’¿Por qué no te callas?’. Anduvo lento de reflejos Chávez, quizás porque no se esperaba la ira borbónica. La respuesta hubiera sido sencilla: ’No me callo porque he sido elegido democráticamente por mi pueblo. Y tú, Juan Carlos, ¿por qué no te callas?’.
Es lógico que a Juan Carlos de Borbón le moleste que llamen a Aznar fascista. Se empieza llamando fascista a Aznar y no se sabe lo que se puede terminar diciendo de Franco. Y ya sabemos por múltiples fuentes que el Borbón no permite que se hable mal de Franco en su presencia. Que se levantara después y se fuera, cuando Noriega se atrevió a criticar la injerencia de la embajada española en Nicaragua en la campaña electoral nicaragüense muestra que se está volviendo un cascarrabias, un maleducado que no sabe comportarse en una reunión internacional con una moderadora, que es quien dice quién tiene que callarse y quién no. El enfado de Juan Carlos de Borbón revela simplemente que no está al nivel de su cargo, por mucho que su cargo sólo exija cobrar y callar. Lo segundo no parece que lo sepa hacer siquiera cuando hay cámaras de todo el mundo delante. El sueño que se echaba el Borbón horas antes mientras hablaba Zapatero hace temer que, posiblemente, no podamos responsabilizarle de esos repentinos cambios de humor.
La excusa que dan los monárquicos para defender la existencia de algo tan antidemocrático como un Rey designado por un dictador es que pueda servir de árbitro, que no esté sometido a las iras partidistas, que pueda hacer de intermediario entre quienes discrepan, como si los ciudadanos no fuésemos mayores de edad y necesitásemos un tutor que no se enfadase con los niños y nos obligara a darnos la mano cuando los niños nos enfadamos.
No vale tampoco para esta dudosa misión. Llevamos cerca de diez años sufriendo la ira de una derecha nacionalista en múltiples vertientes, dentro (reprimiendo la disidencia a palos si era menester) y fuera (promocionando la invasión de países o los golpes de Estado contra gobiernos democráticos) sin que el Jefe del Estado moviera un dedo . Sólo ha actuado cuando se le ha criticado a él saliendo en público a defender la monarquía constitucional como garante de estabilidad y cuando Esperanza Aguirre le pidió que no discriminase a Jiménez Losantos: su enfado no venía dado por la mierda que el locutor episcopal suelta por la boca cada mañana, sino porque también pide su abdicación.
Juan Carlos de Borbón sólo es un mediador entre sí mismo y su cargo. Ya que durante treinta años no hemos exigido ser considerados mayores de edad es hora de que, ante la evidente incapacidad de este señor para estar despierto y callado a la vez, pueda dedicarse a lo que desearía cualquier persona de su edad y condición: jubilarse. Dimita, señor Borbón, y déjenos a los españoles que nos defendamos solitos, sin un matón que le diga a nadie cuándo tiene que callarse.