El 14 D: 20 años después
Marga Sanz es Secretaria General del Partit Comunista del País Valencià (PCPV) y Miembro de la dirección de IU y de EUPV
Cuando aquel 14 de diciembre de 1988 iniciaba su primer minuto de andadura, TVE se apagó. Sus trabajadores y trabajadoras, con los relojes cronometrados en todos los centros de la televisión pública, iniciaron la cuenta atrás y a las 12 en punto de la noche nos dejaron con la pantalla de color negro. Empezaba la Huelga General más amplia e importante de la historia del movimiento obrero en España, que suscitó la solidaridad y la simpatía de amplísimos sectores populares: se cerraron comercios, bares, institutos, universidades… la huelga se extendió a las pequeñas y medianas empresas, a las grandes, y los piquetes informativos recorrieron pacíficamente, desde la madrugada, las calles de todas las ciudades, pueblos y polígonos industriales llamando a la huelga. A las 12 de la mañana el 90% de las empresas estaban en paro. El icono de la resistencia y la represión patronal en aquel momento fue El Corte Inglés, que en todos sus centros obligó a los y las trabajadoras a estar a pie de mostrador, llamó a la Policía Nacional para defender de “no se sabe qué” un comercio absolutamente vacío de clientes. El desafío tuvo su contestación y a las 13 horas ECI cerraba sus puertas ante las cadenas humanas con que miles de trabajadores y trabajadoras rodearon sus establecimientos. La Huelga General convocada por CC.OO. y UGT contra el Plan de Empleo Juvenil había triunfado.
El 14D estuvo precedido de importantes movilizaciones mantenidas a lo largo de un prolongado periodo de tiempo. Hay que recordar la Huelga General convocada por CC.OO. en 1986 contra la Reforma de la Seguridad Social con un importantísimo seguimiento. Pero no fueron solamente movilizaciones de carácter sindical. Recordemos las masivas manifestaciones a lo largo de 1985 y principios del 86 contra la pertenencia del Estado Español en la OTAN sobre la que el Gobierno de Felipe González convocó un fraudulento Referéndum el 12 de marzo de ese último año.
Detrás de todo ello estaba el descontento creciente hacia las políticas del Gobierno de Felipe González, por su alineamiento militar con EE.UU. y por la aplicación de medidas antisociales –antesala de la generalización de la políticas neoliberales- que prepararon la incorporación de la economía española al proyecto de integración capitalista europeo. La firma del Tratado de Adhesión de España a la Comunidad Económica Europea (CEE) y a la Comunidad Europea de Energía Atómica (CEEA) en junio del 85 impulsó un proceso de reestructuraciones que comportó una importante destrucción productiva de nuestra economía con gravísimas secuelas para la clase trabajadora, proceso que estuvo jalonado por movilizaciones amplísimas en el sector agropecuario y en la industria.
Precisamente Izquierda Unida nació el 27 de abril de 1986 al calor de las movilizaciones pacifistas, como una necesidad de la lucha de clases en nuestro país ante la frustración política y social que generó un Gobierno que con su triunfo en las urnas en el 82 había abierto las esperanzas de cambio desde la izquierda para la clase trabajadora y los pueblos de España. Pero no fue así. La fractura en la base social que dio el triunfo al PSOE en el 82 se expresó políticamente en el desarrollo de IU, que manifestaba la voluntad de articular un espacio de convergencia de la izquierda política y social en torno a un programa que defendía un modelo social alternativo al del capitalismo neoliberal y a sus formas de hacer política.
Tras el 14 D el Gobierno retiró el proyecto de ley y se abrió un periodo de ampliación del gasto público. En las siguientes elecciones generales el PSOE revalidó su mayoría absoluta, pero IU aparecía en la arena política con un importante respaldo social.
En todo aquel proceso, la actividad sindical estuvo marcada por una componente claramente reivindicativa y sociopolítica. Todavía estaban presentes el impulso y las formas de lucha del final de la Dictadura y de la transición, y el binomio negociación-movilización constituía la forma habitual con que los trabajadores articulaban sus reivindicaciones.
CC.OO. mantenía en las grandes fábricas organizaciones en permanente tensión y un gran prestigio por su pasado y su presente. Con su doble organización, de rama y comarcal, multiplicaba su influencia. La politización de las reivindicaciones laborales y sindicales era importante. Es decir, se trabajaba desde un impulso a la conciencia de clase, y los y las sindicalistas se formaban en ese sentido. En términos generales, la clase trabajadora se estructuraba en torno a los centros de trabajo con una relación laboral estable y la legislación laboral, producto de las duras luchas por los derechos laborales, era mucho más garantista que la actual.
A lo largo de este periodo se sucedieron hechos significativos en el movimiento sindical: la dimisión como diputado del PSOE por Vizcaya de Nicolás Redondo (1987) a raíz de la reforma de las pensiones que dio lugar a la mencionada huelga del 20N convocada por CC.OO. con la aquiescencia silenciosa de UGT y tras votar NO a los PGE’88. También, el relevo de Marcelino Camacho por Antonio Gutiérrez en la Secretaria General de CC.OO. asumiendo el primero la Presidencia honorífica, de la que sería relegado (1995) por su clara oposición a las políticas de pacto social y desmovilización de la nueva dirección.
Lo cierto es que el mundo estaba cambiando, las políticas conservadoras y neoliberales estaban en alza y adquirirían carta de naturaleza tras la “caída del muro” (1989) y la sustitución de la URSS por la CEI (1992), con la desaparición de cualquier vestigio socialista en Europa. Se abrió una época oscura y difícil para la clase trabajadora, para el sindicalismo de clase y para la izquierda.
El 14 D nos traslada, 20 años después, a una realidad muy distinta, pero más exigente porque la envergadura de la crisis actual cuestiona al mismo sistema y la amplitud de los sectores a la que afecta ha llevado a la quiebra ideológica del neoliberalismo en la sociedad. Estamos ante un rotundo fracaso del modelo dominante del capitalismo de las últimas décadas.
A su vez, la lucha de clases mundial ha dado paso a una nueva realidad. Se han puesto en marcha proyectos alternativos, principalmente los que se agrupan en Latinoamérica en torno al denominado “socialismo del siglo XXI”, que cuestiona el dominio de EE.UU y de las grandes multinacionales y las formas de entender la relación entre países y pueblos. En nuestro ámbito, el reto de dar a esta crisis una salida democrática y social solo puede venir de los proyectos alternativos de la izquierda y de un sindicalismo de clase comprometido, desde la movilización social, con el mantenimiento de los puestos de trabajo y la capacidad adquisitiva de los salarios. Es el reto del 14-D.